Así como en la boda
aquella en Galilea,
el vino nuevo de la fiesta
el Señor nos quiere dar.
Pero no es un vino cualquiera,
no nos hace emborrachar:
el vino de Dios es su Sangre
que Alianza eterna se hará.
Pues la boda verdadera,
la boda del Buen Jesús,
es la alianza con su Iglesia
que se consuma en la Cruz.
Y la cruz no es tan solo
aquel madero del Calvario:
es el Altar, es el sagrario,
donde Cristo vivo está.
Tan cierta es esa Alianza
que Jesús quiere sellar
que la sella con su Sangre
y como bebida se nos da.
Quien recibe a Jesucristo
una respuesta debe dar:
vivir a fondo su vida
y entregarse por los demás.
Sino, escuchemos a María
que hoy de nuevo nos va a enseñar:
«Hagan todo lo que Él les diga»
si quieren servir de verdad.
Entreguemos el agua nuestra
que Jesús trasformará
en vino nuevo de alegría
que dura hasta la eternidad.
Pero no es un vino cualquiera,
no nos hace emborrachar:
el vino de Dios es su Sangre
que Alianza eterna se hará.
Amén.
Autor: P. Javier Murador. 17-01-10
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