domingo, 22 de mayo de 2011

Jesús se disfraza...


Fue en el desfile del 2010. Y nadie se percató de que una cámara audaz se metía entre carros y caballos para dejar estampadas en una imagen la fe y la devoción de nuestra gente. Entre colores y gritos, entre música y cariño, muchos dieron muestra de su amor a Jesús y a María, nuestra Señora de Guadalupe, allá en la parroquia enclavada en la zona oeste de Paraná.
Muchos miraban el desfile, muchos miraban el trajinar de tantos y tantos carros que a diario bajan y suben las cuestas de nuestros barrios, como hormigas incansables, en su trabajo y en su afán…
Ahí, justo ahí, como quien no quiere la cosa, la luz se metió por el foco de una cámara moderna para reflejar una escena eterna, una imagen sin tiempo…
Dos niños en un carro representaban a Jesús crucificado y a la Virgen María. Ambos, totalmente inmersos en la interpretación fiel de su papel. Ambos, sin saberlo, convertidos en embajadores de una verdad infinita.
Cada sábado, desde hace muchos años, un grupo de jóvenes tiene el privilegio de visitar estos niños (“nuestros niños” –como ellos gustan llamarlos) y de encontrar en ellos, como escondidos, al mismo Jesús y a la misma Virgen María.
Madre Teresa de Calcuta decía que “Jesús se disfraza en la persona de los pobres”… Y bien podríamos decir también que “se disfraza en la persona de los niños”. No es que los niños se vistan “de Jesús”, sino que Jesús “se viste de niño”…
Los invito a que contemplemos un momento esa imagen y, ante todo, reparemos en un detalle: las miradas de los niños.
Ambos están mirando en la misma dirección. Pareciera que miran el mismo destino, pareciera que supieran qué está por venir. Y la mirada de ambos –un poco elevada sobre la línea del horizonte- reviste una paz inabarcable…

Pero hay una diferencia que los enriquece, que complementa las dos miradas, que conjuga dos aspectos de la misma realidad.
Por una parte la mirada de Jesús está acompañada por una seriedad madura, de quién sabe lo que asumió, de quién acepta hasta las últimas consecuencias la voluntad de Dios…
Y la mirada de la Virgen, en cambio, está revestida de una sonrisa casi angelical. Sin dudas la Santísima Virgen, acompañando a Jesús en su cruz, sufrió y se dolió tanto como su Hijo. Sin embargo, la mirada teñida de una sonrisa, parece hablarnos de un triunfo cierto, de un amor que no defrauda, de algo que está viendo llegar: la alegría de que Dios está con nosotros, que ya nada lo detiene, que Él puede hacer nuevas todas las cosas (hasta puede transformar la cruz en árbol de vida).
La seriedad de Jesús y la sonrisa de María se combinan para hacer del cuadro una obra maestra: la cruz y la luz, el compromiso y la alegría: todo para llegar al mismo fin, transmitir de manera viva el amor infinito de Dios.
La mirada de Jesús y de María están enfocados en un solo punto… un poco por encima del horizonte. Un poco más allá de las miradas de los que estamos tantas y tantas veces sumergidos en el trajinar de las ocupaciones cotidianas… Ellos, mirando más allá, nos muestran dónde tienen que estar puestos nuestros ojos (no solo los de nuestro rostro, sino también los de nuestro corazón).
Ellos comparten ese destino, ambos vislumbran que está llegando el cumplimiento del plan de Dios… plan que aún en medio del sufrimiento, de la cruz, siempre se realiza. Plan de Dios que aún en medio de paisajes oscuros, siempre ilumina.
Plan de Dios que aún en medio del desconcierto, de la incomprensión o de la indiferencia, se cumple.

Muchos ni se percataron de la presencia de estos niños. Para muchos sólo eran dos niños más. Para otros eran dos gurises que estaban disfrazados… para otros, era Jesús el que “estaba disfrazado en la persona de los niños”.
Volvamos a la imagen y dejemos que esas miradas –serias y sonrientes al mismo tiempo- nos contagien una manera nueva de ver la realidad, la realidad de nuestros barrios y la de nuestra propia vida.
Que podamos como Jesús ver “lo que se viene” con la seriedad de un compromiso asumido, de una vida entregada…
Que podamos como María ver “lo que está llegando” con la sonrisa de quien sabe que “Dios siempre hace las cosas bien”.
Aunque muchos parezcan indiferentes, aunque muchos pasen por al lado sin siquiera percibir que estos niños existen… no dejemos de mirar con esa mirada, no dejemos de buscar a Jesús que está “disfrazado” y que nos habla… que nos dice “lo que hicieron con el más pequeño de los míos, conmigo lo hicieron” (Mt 25).

1 comentario:

Darksnow5me dijo...

Nunca lo habia visto de esa manera, pero es asi, las personas debemos concientizarnos que Jesus esta entre nosotros, tenemos que aprender no se si a identificarnos, sino mirar un poco mas el corazon de las personas y no tanto como se ven por fuera, de esa manera nos seguimos acercando a El, y esto nos hara sentirnos mejor con nosotros mismos, a veces estamos cegados por los problemas cotidianos, y no prestamos atencion a lo demas, siendo que puede ser el mismo Dios que siempre se nos esta acercando tendiendonos una mano, a todos , seamos un poquito mas humildes de corazon y muchos vamos a lograr sentir esa paz que tanto necesitamos para seguir viviendo. Un abrazo Javi. Nora C.