sábado, 31 de marzo de 2012

Catequesis sobre el Triduo Santo (versión más completa y "formal"!)

“Me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20)
Catequesis sobre el Triduo Pascual

“La obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios fue realizada por Cristo principalmente en su Misterio Pascual, mediante el cual “con su muerte destruyó nuestra muerte y resucitando nos dio nueva vida”.

Es por ello que el Santo Triduo pascual, que comienza con la misa de la Cena del Señor en el Jueves Santo, termina con las vísperas del Domingo de Resurrección y tiene su cumbre en la celebración de la Vigilia Pascual, es el centro y el corazón de todo el año litúrgico. Por ese motivo conviene prepararse para vivir con la mayor intensidad, no sólo las celebraciones, sino también cada momento durante estos días. De este modo cada cristiano puede revivir todo lo que Su Señor hizo para salvarlo. Por la Liturgia y la oración personal, podemos hacernos contemporáneos con los misterios del Jesús, tomar parte como un personaje más en el Cenáculo, Getsemaní, el Pretorio, el Camino de la Cruz, el Calvario y el Sepulcro, hacernos presentes en cada una de las apariciones del Resucitado, con María, Pedro y los demás. ¡Para eso son estos días!
Por eso es conveniente renunciar, en la medida de nuestras posibilidades, a todo lo que nos pueda distraer de lo único importante, acompañar a Jesús: salidas, televisión, radio, etc.

JUEVES SANTO - Misa vespertina de la CENA DEL SEÑOR
La celebración conmemora y revive tres grandes misterios: la institución la Eucaristía, del Orden Sagrado y el Mandamiento del amor.
La Liturgia de la Palabra ilustra claramente estos tres aspectos. En la primera lectura, (Ex 12,1-8. 11-14), leemos el relato de la primera pascua, la celebración del pueblo hebreo liberado de la esclavitud de Egipto. Esta comida es la prefiguración más clara de la Eucaristía que se encuentra en el Antiguo Testamento; en ella Jesús instituyó la Eucaristía, que en adelante será el memorial de su Muerte y Resurrección. En la segunda lectura (1Cor 11,23-26) San Pablo nos recuerda cómo sucedió la institución de la Eucaristía, tal como él la ha recibido del Señor, y como le fue encomendado a los apóstoles realizar hasta que el Señor vuelva. El Evangelio (Jn 13, 1-15) nos narra el lavatorio de los pies y la entrega del mandamiento del amor. Con este gesto Jesús nos manifiesta su amor hasta el extremo, amor que cada cristiano debe intentar vivir cada día, imitando al Maestro. Es por ello que en esta celebración el sacerdote, representante de Cristo, realiza el elocuente gesto del lavatorio de los pies.
La celebración, que comienza con gran gozo (se entona el Gloria) poco a poco va cambiando de tonalidad. Termina con el traslado solemne de la Eucaristía al lugar donde permanecerá hasta la celebración del Viernes Santo. Los ministros se retiran en silencio. La Iglesia calla, ante el misterio insondable de Cristo que entra en su agonía, que se siente “triste hasta la muerte” (Mt 26,38). La adoración nocturna es el gesto por el cual nosotros, discípulos de Jesús del siglo XXI, queremos acompañar al Maestro que pidió a los suyos “Quédense aquí velando” (Mc 14,34). ¡Esta noche es para estar con Él!, para mostrarle cuánto lo queremos, y que estamos dispuestos a acompañarlo también en el dolor.

VIERNES SANTO: Viernes de la Pasión del Señor
Según una antigua tradición, la Iglesia, ni el viernes ni el sábado santo, celebra la Eucaristía. El altar ha de estar totalmente desnudo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. ¿Qué significan estos signos? Que la Iglesia, Nueva Eva y Esposa de Cristo, nacida de su costado abierto, quiere acompañar a su Esposo que se entrega por amor y muerte en el despojo y la soledad.
Sin embargo, el dolor de la Cruz no conduce a la amargura o la desesperación. Los textos de la celebración de la Pasión nos revelan el sentido profundo de la muerte de Cristo: él es el verdadero Cordero Pascual; su muerte gloriosa nos trae la salvación y la vida.

La celebración de la Pasión del Señor consta de tres partes:
1. Liturgia de la Palabra:
En la primera lectura (Is 52,13-53,12) Isaías anticipa los padecimientos de Cristo, que ahora son fuente de salvación eterna. La carta a los Hebreos (4,14-16; 5,7-9) presenta a Jesucristo como único sacerdote eterno, cuyo sacrificio se ha convertido en causa de salvación para todos. La pasión según San Juan, que se lee invariablemente cada año, es la que mejor manifiesta el carácter de triunfo que tiene la muerte del Verdadero Cordero Pascual, que quita los pecados del mundo. La Liturgia de la Palabra culmina con la oración universal, donde la Iglesia, confiando en la eficacia de la ofrenda de Jesús por amor, intercede a favor de todos los hombres. Porque Cristo entregó su vida por los hombres de todos los tiempos, abarcando con sus brazos abiertos todo el mundo.

2. Adoración de la Cruz:
El misterio que se ha conmemorado es ahora adorado solemnemente. Los cantos recomendados por el Misal subrayan la gloria de la Cruz, de la que estuvo suspendida la salvación del mundo. En este momento se recuerda también el dolor de María, que junto a su Hijo recorrió el Camino de la Cruz y en cierto sentido “murió” con él, cooperando en nuestra salvación.

3. La Sagrada Comunión:
Los cristianos reciben en sí mismos el misterio conmemorado y adorado. Comulgar a Jesús crucificado significa, de modo especial en este día, morir al hombre viejo y al pecado, comprometerse a amar hasta la muerte, como él, dando nuestra vida por amor y servicio a Dios y a los hermanos.

A no olvidar: esta celebración es el centro del Viernes Santo. Todas las prácticas de piedad -via crucis, marcha de las siete iglesias, etc- que podamos hacer están muy bien, siempre que nos ayuden a vivir esta celebración con la mayor intensidad.

Sábado Santo
El sábado Santo es un día de silencio y de espera. Jesús, que compartió toda experiencia humana, pasa por la experiencia de la muerte. Con su descenso a los infiernos Jesús lleva hasta el máximo su abajamiento y humillación. De allí resurgirá triunfante, cuando el Padre lo resucite por el poder del Espíritu Santo, llevando una multitud de cautivos. Con esta esperanza estamos junto al sepulcro, confiando en que la muerte no tendrá la última palabra. La Iglesia también ha dedicado este día a acompañar el dolor de María, que sin duda ha sido quien más compenetrada estuvo con la pasión de su Hijo, y quien con mayor fe y esperanza aguardó su victoria. Los cristianos del siglo XXI debemos intentar recuperar este día, que tantas veces pasa desapercibido, se convierte en un “día de compras” o de preparación al domingo descuidando su valor propio.

VIGILIA PASCUAL
Según una antiquísima tradición, la noche que va del sábado al Domingo pertenece al Señor (Ex 12,42). La Iglesia recomienda a los fieles que, con las lámparas encendidas en sus manos, se asemejan a los hombres que esperan el retorno del Señor, para que cuando él llegue los encuentre velando y los invite a sentarse a su mesa.

1. Comienza con un Lucernario, una liturgia de la luz. El sacerdote bendice el fuego nuevo, signo de Cristo resucitado, y enciende el Cirio pascual, que durante todo el tiempo pascual presidirá las celebraciones, como símbolo de Cristo luz del mundo, que vence las tinieblas del pecado y la muerte. El solemne pregón pascual manifiesta la profundidad del misterio de esta noche, la más santa de todas.

2. En la extensa pero riquísima Liturgia de la Palabra (nueve lecturas, aunque se pueden omitir algunas, excepto la de Ex 15, por ser prefiguración de la Pascua nueva y del Bautismo) la Santa Iglesia medita las maravillas que Dios hizo desde los orígenes por su pueblo, maravillas que alcanzan su plenitud en la Resurrección de Jesús, que nos narra el Evangelio. Antes de proclamarlo, la Iglesia canta llena de gozo el Aleluya, que había callado durante el Tiempo de Cuaresma

3. La tercera parte es la Liturgia bautismal. Antiguamente este era el único momento durante el año en el que se incorporaban nuevos miembros a la Iglesia de Cristo mediante el Bautismo, es la primera pascua del cristiano, muerte al pecado, comienzo de una vida de resucitados. Hoy se aconseja realizar los bautismos de adultos en este momento. Pero aún cuando no se den, toda la Iglesia hace memoria del baño de regeneración por el que nace a la vida eterna, renovando también las promesas bautismales. La Vigila Pascual es así un momento de compromiso profundo, de asumir personalmente lo que nuestros padres y padrinos hicieron por nosotros en nuestro Bautismo.

4. Con la Liturgia eucarística el misterio pascual de la muerte y resurrección se actualiza de modo pleno: Jesús resucitado se hace presente como Pan de Vida y como garantía y prenda de nuestra resurrección futura. Finalizando la celebración, la Iglesia saluda a María, quien unida a Jesús en su dolor, ahora goza de su triunfo. Su presencia nos anima a hacer el esfuerzo y pedir la gracia de morir con Cristo, para merecer resucitar con él.


TIEMPO PASCUAL
Con la Vigilia pascual empieza la cincuentena o tiempo pascual, que se prolonga hasta el día de Pentecostés. Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se celebran con viva alegría, como si se tratara de un solo y único día festivo, un “único y gran Domingo”. En Pentecostés la Iglesia recuerda el comienzo de su Misión en el mundo, como fruto del Don pleno del Espíritu Santo que Jesús le envía desde el Padre.
Estos días se han de diferenciar de los restantes del año litúrgico, para expresar que en ellos la Iglesia vive como un anticipo de aquella felicidad que cree y espera encontrar cuando comparta visiblemente la vida y victoria de su Señor resucitado, con María y todos los santos.

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