La “Visita a las Siete Iglesias” es una costumbre popular en la que los fieles visitan siete iglesias o templos donde se encuentre el “monumento”, el Santísimo Sacramento expuesto y resguardado para la comunión del Viernes Santo. Su organizador formal fue San Felipe Neri, uno de los grandes santos protectores de Roma.
Pero desde siempre, los cristianos quisieron imitar los pasos de Jesús en aquella noche del Jueves Santo, y, siguiendo el relato de la pasión que los evangelios ofrecen, descubrieron que el Señor había sido llevado a siete tribunales y compareció ante siete sesiones, entre la medianoche del jueves y la mañana del viernes, durante las cuales fue escarnecido y maltratado.
En memoria de aquellos interrogatorios y presentaciones de Jesús ante las autoridades de su época, los cristianos, según una vieja tradición, han querido recordar la soledad del Maestro. Y para acompañarlo y seguirlo en este trance, que terminará llevándolo a la muerte, peregrinan visitando siete iglesias para evocar los siete tribunales por los que pasó el Señor.
El Papa Pío VII concedió una indulgencia plenaria a los fieles que dediquen una hora de oración delante del “monumento” con el Santísimo Sacramento; esto no quiere decir que tenemos que permanecer una hora en cada templo, pero sí organizar de tal forma la visita, que la última de ellas sea en nuestra parroquia o iglesia más cercana y finalizar ahí con una hora santa.
El que por enfermedad u otro impedimento no pudiera visitar siete “monumentos”, puede hacerlo fervorosamente, una sola vez en su parroquia.
1°. Jesús en el Huerto de Getsemaní.
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación”. Después de alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tira de piedra, y puesto de rodillas oraba: “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Entonces se le apereció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo: “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”. (Lc 22, 39-46)
No escapa Jesús del sufrimiento. No quiere evitar ‘su hora’. Por el contrario, cuando el dolor es más fuerte, se abandona en las manos del Padre, para cumplir su voluntad. Para esto vino al mundo. Y vino por nosotros. Miremos con cuanto amor nos reprende al no velar con él. Sabe de nuestras debilidades, porque él las cargó sobre sus espaldas. Y nos dice: “Levántense y oren...”
2°. Jesús es atado y llevado a la casa de Anás.
El Sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas. Jesús le respondió: “He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho”. Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: “¿Así respondes al Sumo Sacerdote?” (Jn 18, 19-22)
Nadie salió a defender a Aquel que muchas veces enseñó el amor, incluso al enemigo. Ahora lo acorralan con acusaciones falsas, y él apela a quienes tan gustosos lo escucharon hablar. Nadie da la cara, nadie se interpone ante la mentira. Jesús comprende nuestro corazón, y por eso nos pide ser testigos. Porque sólo así el hombre encontrará felicidad: dando la vida por la verdad. ¿Somos cristianos siempre, o en algunas dimensiones de nuestras vidas le decimos a Jesús: “Aquí no te corresponde estar?”
3°. Jesús llevado ante Caifás.
Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: “Te conjuro por el Dios vivo a que me digas su tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. (Mt 26, 63- 65)
Gritan con furor que ha blasfemado. Gritan para tapar los reclamos que, ante el justo, la propia conciencia les presenta. No pueden oír la pureza de las palabras del Maestro, que anuncia abiertamente ser el Mesías. Ellos no pueden oír tal cosa, no la entienden, y la condenan. ¿Lo oímos nosotros? ¿O la verdad del Señor nos acorrala y por eso lo echamos fuera de nuestra vida?
4°. Jesús llevado ante Poncio Pilato.
Pilato respondió: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que y no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí.”
Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”
Jesús respondió: “Tú lo dices, yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad escucha mi voz”. (Jn 18, 35-37)
Él es rey, y para eso ha nacido. Y para eso ha vivido enseñando el amor, y ahora lo anuncia yendo a la muerte por nosotros. No es extraño que su reino se extienda por la paz y el amor, cosa que no pasa con los reinos que son de este mundo. Estos progresan por las divisiones y peleas, por ambiciones e intrigas. Aquél, el del Rey Nazareno por el perdón y la comunión, por la generosidad y la verdad. ¿Estamos con él o contra él? ¿Construimos su reino y lo defendemos con el perdón, con la justicia, quitando los prejuicios, aceptando a las personas con sus limitaciones? ¿O acaso nos ponemos como jueces de los demás?
5°. Jesús llevado ante Herodes.
Herodes se alegró mucho de ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. (Lc 23, 8-9. 11)
No puede hablar ante quien, cargado de impureza, se acerca para sacarle provecho. Él vino a redimir a todos, no a hacer magia. Vino a cumplir la voluntad del Padre, no a satisfacer placeres de un hombre. Él, galileo, vino a restaurar la comunión de los hombres con Dios, no a colocarse a merced de intereses narcisistas. ¿Respetamos la misión de Jesús, que vino a ganar los corazones? ¿O lo usamos para nuestras necesidades?
6°. Jesús nuevamente ante Pilato.
Pilato continuó: “¿Y qué haré con Jesús, el llamado Mesías?” Todos respondieron: “¡Que sea crucificado!” Él insistió: “¿Qué mal ha hecho?” Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: “¡Que sea crucificado!”
Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: “Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes”. Y todo el pueblo respondió: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”.
Entonces Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. (Mt 27, 22-26)
“Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”, lo mismo que la sangre de los animales sacrificados para librar de los pecados al pueblo judío en el rito antiguo. El Nuevo Sacrificio está por comenzar, por eso piden que la sangre sea derramada sobre ellos. El Cordero Inmaculado está a punto de ser sacrificado para el perdón de los pecados; su sangre nos purificará. ¿Llegamos a darnos cuenta del amor que nos tiene? Él está entregándose por cada uno de nosotros, a pesar de que todos lo abandonamos, él sigue firme en su misión de redención.
7°. Jesús llevado a su pasión.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego le tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, de burlaban, diciendo: “Salud, rey de los judíos”. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. (Mt 27, 27-31)
Herido y humillado, aún es motivo de burla para los impíos soldados. Manto, corona, cetro: todo lo digno de un rey. Pero aquí el rey es rey de humildad, que no se gloría de sus posesiones, sino que su heredad es una multitud, ‘porque cargó los pecados de ellos’. Y nosotros somos parte de la herencia de Jesús, que nos adquirió con su sangre.
¿Seremos tan injustos de no darle nuestras vidas a Aquel que dio la suya por nosotros?
1 comentario:
Muchas Gracias Javi! Justo lo q necesitaba para poder hacer las 7 Iglesias completas.
Muy lindas las Meditaciones después de las lecturas!
Acá parece que no se acostumbra mucho, porque vimos muy poca gente recorriendo las Iglesias.
A nosotros nos venían cerrando las Iglesias atrás, jaja, pero Gracias a Dios pudimos hacer todas! =)
Unidos en Oración! Un Abrazo Grande!
Dios te Bendiga y Cuide Siempre!
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